miércoles, septiembre 7

JUAN RADRIGÁN, EL DRAMATURGO DE LOS MARGINADOS, GANA EL PREMIO NACIONAL


El autor de Hechos consumados superó a la favorita Delfina Guzmán
Escribe a mano. Y en sus 41 obras estrenadas siempre dialogan fantasmas, vagabundos, prostitutas y proletarios. A Juan Radrigán (74) le gusta mezclar los márgenes con el más allá. Pero hace tres años quiso jugar a lo imposible. En Bailando para ojos muertos, texto que permanece inédito en las manos del director Víctor Carrasco, el dramaturgo cuenta la historia de un escritor al que un gobierno de derecha le entrega el Premio Nacional. "Pensé que era algo que jamás sucedería por ser como soy, tan rebelde", ríe Juan Radrigán, tras quedarse ayer con el Premio Nacional de las Artes y la Representación, desplazando a candidatos como la actriz Delfina Guzmán o el diseñador Sergio Zapata.
La decisión del jurado fue unánime. Compuesto por el ministro de Educación, Felipe Bulnes; el rector de la Universidad de Chile, Víctor Pérez; el rector de la Universidad de Talca, Álvaro Rojas; el representante de la academia de Bellas Artes, Ramón López, y el anterior ganador, Ramón Núñez, todos coincidieron en que "Radrigán ha cambiado el paradigma de la escritura del teatro chileno".
"Radrigán es al teatro chileno lo que Arrau es a la música docta, lo que Violeta Parra es al folclore, lo que Raúl Ruiz al cine o lo que Neruda y la Mistral son a la poesía. Esa es su magnitud", subrayó Ramón Núñez, quien en 2009 montó en Nueva York Beckett y Godot, del autor premiado. El montaje fue un éxito, tal como ahora ocurre en Londres con Las brutas, dirigida por Sue Dunderdale.
Admirado por dramaturgos y actores jóvenes, a la hora en que el jurado fallaba, Radrigán ensayaba con una compañía emergente. En un instituto de calle Toesca y sin celular, el jurado tuvo que arreglárselas para darle la noticia. "En lo primero que pensé fue en mis personajes. Especialmente en Emilio y Marta, de Hechos Consumados, dos pobres y olvidados que sin embargo han llegado lejos. Con la mente, los abracé y los felicité a ellos", dice.
Nacido el 20 de enero de 1937, hijo de una profesora de una salitrera y de un mecánico, Radrigán es corto de palabra, pero la escritura es su religión desde los 12 años. "Es el lugar donde me siento más cómodo. A las fiestas les rehúyo como a la peste", señala quien comenzó como un autodidacta. Trabajó como mecánico y fue dirigente sindical hasta 1973. Cesante tras el golpe militar, instaló un puesto de libros viejos. Escribió poesía y cuentos, hasta que en 1979 encontró su vocación: produjo la obra Testimonios de la muerte de Sabina.
Con su compañía Telón estrenó piezas para obreros y sindicatos, que se volvieron emblemas de la oposición a Pinochet. Así nacieron obras como Las brutas (1980) o El toro por las astas (1982), que luego llegaron a los teatros con sus personajes desamparados.

Comparado con Beckett, Arthur Miller y con la chilena Isidora Aguirre, su dramaturgia está marcada por un sino trágico. "Estoy lleno de fantasmas y mi soledad está tan sobrepoblada que ya no caben solos", dice. Tras el regreso a la democracia, su teatro tuvo un nuevo aire con piezas como Medea mapuche, Fantasmas borrachos y Perra celestial. El 15 de septiembre estrena Amores de cantina en el GAM y ya trabaja en un nuevo texto: "Es sobre algunos personajes de la historia de Chile como la payadora Rosa Araneda o el Cristo del Elqui. Como en todas mis obras, está cruzada por la orfandad. En todas hay alguien que quiere ser escuchado".

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