viernes, enero 7
martes, enero 4
Año Nuevo
Jano, rey de Italia deificado por los romanos era considerado como guardián del cielo además de protector de los atrios y puertas de los hogares. Su templo que tenía doce puertas correspondientes a cada uno de los meses del año, permanecía abierta durante los tiempos de guerra y cerrado cuando la paz reinaba en el imperio. Todo romano que deseaba emprender bien un negocio o finalizar con éxito feliz una empresa, acudía a postrarse ante el dios del doble rostro a quien contemplaba erguido en su pedestal, con una varilla en una mano, señal de que presidía los caminos públicos y una llave en la otra para abrir el año.
El primer día del mes, los romanos ofrecían a Jano, en señal de pleitesía, una torta de pan hecha de harina previamente amasada con sal y vino; además era de rigor olvidar durante esos días los odios e indisposiciones hacia otras personas trocándolas por sentimientos de amistad que se manifestaban en cambio de obsequios y presentes. Los cónsules tomaban posesión de su elevado ministerio precisamente el día primero de enero y hacían votos fervientes durante la solemne función religiosa que se verificaba en el Capitolio, por la prosperidad de la nación. Los antiguos hebreos llamaron a este mes "Sabahut" que significa ara: en el calendario egipcio era conocido como Thort y se dedicaba a Mercurio; en el caldeo-macedónico, Nisanu y en el árabe actual, Moharrem. El primer mes del año significa para nosotros el comienzo de una nueva era en la que proponemos reformar siempre nuestros pasados errores, atendiendo al refrán "año nuevo, vida nueva", aunque muchas veces tal propósito no pasa de simple promesa.
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